domingo, 16 de noviembre de 2008

Estimado amigo

Oí el eco de tus palabras,
pero quise olvidar lo que decías,
me sentía herida
como madrugada sin luna
y sin saber que entraba
en preparadas jugadas
seguí con mala fortuna
queriendo ganar batallas.
El reloj daba la una,
escuché una campanada,
era tarde, estaba cercano el alba
y brotó toda mi alma
con esos viejos desaires
que alguien bien conocía
y que tras sombras, silencios,
iban aumentando esa agonía
que en aletargados intentos,
maldita y cruel ironía,
me hacían caer en la trampa
de mi propia pesadilla.
Hice un nudo en los hilos
de esa lucha perdida,
sangre del alma brotó
al observar tu herida
que hiciera mi corazón…
cuando tanto te quería.

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