Hay dos tipos de maltrato:
el físico y también el psicológico,
baja la autoestima en ambos,
se da el Síndrome de Estocolmo.
Ella sigue paciente esperando,
siempre justifica esos actos,
a que se produzca un cambio
en su controlador amado.
“Esta vez está justificado
el que me diera en la cara,
es que estaba estresado”…
dice secando sus lágrimas.
Cuando alza la voz y grita
ese “no sirves para nada”
ella también le justifica
con voluntad anulada.
No se da cuenta que está
entre arenas movedizas,
que no se podrá liberar
de esa mente que le humilla
si el cordón umbilical
no rompe, ¡qué pesadilla!.
Mientras espera que él cambie
se aleja de su familia,
el siempre tiene un detalle
amable… no la esclaviza.
Ya se ha quedado sola,
sola sin parientes, sin amigas,
quiere a toda costa
salvar, aguantando, su vida.
Y se mira en los cristales
de su arruinada vida,
intentando no irritarle
para no despertar su ira.
Despierta, mujer despierta,
denuncia lo denunciable
que tienes la puerta abierta
y la vida está esperándote.
martes, 25 de noviembre de 2008
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