A cada cerdo le llega,
dicen, que su San Martín
hoy que es día de santo
lo celebro desde aquí
mientras ando recordando
las matanzas que viví.
Olor a cebolla cocida
sobre las ascuas de fuego
hirviendo está la caldera
y el cerdo está gruñendo
sobre mesa de madera,
se desangra a ritmo lento
y viene a caer su sangre
sobre un limpio barreño
para hacer esas morcillas
que muy gustosos comemos.
Cierro los ojos y veo
amenazante recuerdo,
el cerdo pataleaba
hasta quedarse muy quieto
y sobre su piel, su pelo,
rasuradora, navaja,
deja su piel muy limpia,
como la plata brillaba.
Las cuerdas penden del techo
sujetando unas trabas,
el cerdo en canal está abierto
las tripas están lavadas
con limón de limonero.
Olor por toda la estancia
de sangre, olor a cerdo,
y sobre las avivadas ascuas
la magra bajo los hierros
desprende olor a matanza
a chicharrones, a almuerzo.
Magra cruda, bien cortada,
se mezcla con pimentón,
una mitad con picante
y la otra con guindilla no.
Hoy día de San Martín,
matanzas no quiero yo,
a mi me queda el rescoldo
de ese cerdo que gimió
e inundaba al pago entero
en ecos de gran dolor.
martes, 11 de noviembre de 2008
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