viernes, 8 de mayo de 2009

El Almanzora

La guitarra ya suena
en un atrevido eco
que se desliza por la cuenca
hasta llevar a sus pueblos
las notas de esas sus cuerdas
que, entre los tímidos dedos
del músico que la acaricia,
va activando los recuerdos.
Suena al ritmo del agua
caudal del latir sincero
de un corazón de lluvia
para los campos de riego.
El Almanzora en su cauce,
escucha, está rugiendo,
los campesinos se agrupan
no pueden ponerle freno
y Cuevas hasta resiste
con su mirada hacia el cielo
de las aguas el embiste
con un profundo silencio.
La Terrera está triste,
de gris, como oscuro cieno,
se tatúa la Almagrera,
sus minas andan durmiendo.
Por no vestirse de luto
los trovadores crecieron
arrancando la sonrisa
de las almas de su tiempo
rimando por los cortijos
en noches frías de invierno,
en reunión con sus vecinos
no obviaban sus miserias
al calor de llama y fuego,
lo que parecía una juerga
solo era en cuestión
una forma de defensa
en contra de la represión.
Aprendió mucho de ellos,
mucho de su condición
de ciudadanos plebeyos
capaces de alzar su voz
entre juerga y cachondeo,
bandera del español.
Eran esos trovadores,
fruto de cuenca minera,
los mejores cantaores
de sus llantos y miserias.

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