Ascendió muy lentamente
al trampolín del tiempo,
siguió las huellas marcadas,
sin premura y en silencio.
Al alcanzar por fin la cima
y contemplar los recuerdos
exhaló un profundo suspiro
llegando a acariciar al cielo.
Corría una refrescante brisa
en ese espacio tan abierto,
su alma con amplia sonrisa
se liberaba de tormentos,
se desnudó ante su vida
para analizar fragmentos
que por las muchas prisas
nunca profundizó en ellos.
Abajo ese verde campo
le observaba con misterio,
un árbol había susurrando
con un incansable eco:
“No andes con paso ligero,
tu caminar ha de ser lento,…
que te vencería el cansancio
y no llegarías muy lejos”.
Las huellas quedan impresas,
siempre están sobreviviendo,
unas veces permanecen ilesas
otras,… heridos sentimientos.
Lejos en la mar en calma
se divisa con nitidez un velero,
la mar le envuelve en una ola,
siente la calidez de un beso
y como sirena en la roca
anda contemplando el cielo
donde marinas caracolas
son las rosas del desierto.
Mira… alejándose va ya
el barco cargado de sueños
una estela de plata y cristal
contrastan con el gris cielo.
La cima queda muy alta
y queda el mar tan lejos
que la sirena soñaba
con un mar ante el espejo.
viernes, 18 de septiembre de 2009
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