Llegó al escuchar el sonido
del ritmo del sentimiento,
trabajo, solo era el trabajo,
quien impulsó al movimiento
a esos sus pies fatigosos
para que fuesen ligeros.
Y volvió a brillar el sol
con el rescoldo del fuego
que con el alma apagó
entre suspiros y silencio.
Ya se va para la mar,
se embarca el marinero,
con la mirada encendida
ondea un blanco pañuelo.
- Dime dónde vas, vida,
si aún brillan los luceros.
-Voy a curar mi herida
la mar no sabe de tiempo.
Se anda alejando ya,
la arena queda muy lejos
una estela sobre el mar
deja el barco pesquero.
jueves, 24 de septiembre de 2009
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