Buscando entre los recuerdos
se adentra en profundidades
y como un etéreo sueño
surge Manuel “El compadre”.
A su lado la incondicional María
cosecha en silencio soledades
arrastrando una vieja herida,
árbol crecido en tierra de nadie.
María, mujer serena, triste,
lanzando su mirada al aire
pone carencias y amarguras
en el jarrón del desaire.
Entre la coctelera de genes,
ahuyentando el silencio,
otro Manuel reaparece
en el humilde intento
de frotar la lámpara inerte
donde se esconde el genio
que guarda muy celosamente
de una familia el misterio.
El hielo que se desprende
le está salpicando el alma,
tesoro, no frotes más
con tu corazón la lámpara
que no hay verdad ni mentira
en la vida de una llama,
a veces permanece encendida
por la nobleza de una mirada,
por el silencio de vida,
por la herida de una bala,
por la soledad vivida
desde la tierna infancia.
María junto a su Mortero
se despidió de su tierra,
Sevilla ya le acunaba
con un amor en desespero
pero fue esa Barcelona
con una herida sangrada,
con lágrimas y silencios
la que acogió en sus brazos
a ese su gélido cuerpo.
lunes, 28 de septiembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario