Volvía todos los días
a esa vieja matriz
donde naciera un día
y donde fue feliz.
Quiso volar, ser libre,
volver a ser lo que fue,
recuperar ese trino
de ave al amanecer
por ese existir divino,
por ese amor y esa fe.
Sobre un árbol posada
miró hacia el azul cielo
y soltándose de la rama
alzó con fuerza su vuelo.
Nunca se supo enjaulada,
nunca vendió su garganta,
y en las fases lunares
su vuelo le liberaba.
Voló como gaviota
sobre el agua salada,
y tenía la fortaleza
de las bravas aguas.
Pero todos los días
a su nido regresaba,
solo así se convencía
que a sus raíces amaba.
Aún vuelve,
nadie le puede ver,
su regreso es entre sombras,
no hay alba ni atardecer,
es como “el fantasma de ópera”,
tiene a su nido querer
porque en el entró a la vida
y le protegió al nacer.
Vuela alto, vuela lejos,
por el cielo tricolor,
en su vuelo el recuerdo
del sitio donde aprendió
a hacer su primer vuelo
con alma y con corazón.
jueves, 4 de diciembre de 2008
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