Te he buscado en otras almas
y no he encontrado la bella
y suave luz que tu corazón irradia.
Te he buscado y no te hallo.
En las madrugadas blancas
solo el frío de la escarcha
responde con el vacío
de la callada palabra.
Hoy, apenas amanecido,
he sentido el remanso de paz
de un amanecer limpio;
he reconocido tu voz
que como campo de trigo
alza sus espigas al cielo
con ese amor característico
de quien ofrece lo que tiene
al mundo, su gran amigo.
He vuelto la cabeza buscándote,
no estabas, no te he visto,
pero te he reconocido
al abrir mi alma y leer
las palabras que con amor
en ella habías escrito.
Ya sé donde encontrarte:
en campos fecundos,
en los mares, en olivos,
en cada rayo de luz…
pero nunca en el olvido.