jueves, 23 de octubre de 2014

Para el abuelo Clemente

ya me gustaría, ya
llevar la llama encendida
a mis años invernales,
como llevas esa vela
que es la luz de tu vida
y hasta en tormentas arde.

Ya me gustaría, ya,
conservar esos ideales
de luchadores labriegos,
ser amapola en trigales
que siempre halla consuelo
en cada día que nace.

Ya me gustaría, ya,
vivir como tú lo haces.



Nota: es mas extenso y ya está publicado, hace años, en una página sudamericana y registrado

lunes, 20 de octubre de 2014

Parte de un relato, publicado con anterioridad


Tenía razón, la hermana que le secundaba, no estaba equivocada. No querían su felicidad y todos sus actos, con una alta dosificación de amabilidad, apuntaban en la dirección de sus metas, de forma consciente o inconsciente, preestablecidas. Tampoco esa persona se dejaba ayudar y cualquier persona que se ofreciera tendría que poner tierra por medio, mas tarde o más pronto, dependiendo del aguante personal de cada cual.

Andaba en la tarea de borrar toda huella física y mental con el propósito de neutralizar tanto desgaste y sufrimiento a cambio de nada. Era necesario y oportuno, la vida sigue su curso y cada cual tiene el futuro que se labra a golpes de acciones y sembrado con hechos. Puso punto y final por su equilibrio personal que ya se tambaleaba a pesar de quererle.

Sabia, casi podía afirmarlo, que ambos por separado encontrarían la felicidad, por ello, le dejó marchar. Le dejó marchar porque se iban haciendo mayores, soportando malos royos, ambos sostenían una situación de barco a la deriva que nunca atracaría en puerto alguno. Mejor ahora que después.

Limpiaba cada rincón de su casa, lavaba de forma compulsiva todo lo que llevaba su olor y como no podía borrarlo cambió colchón y almohada, cambió los muebles de sitio, los cuadros los reubicó, no quería ver nada que le recordara vivencias pasadas que tanto dolor y humillación le producía.

Ambos eran de nobles sentimientos pero el pasado les separaba rompiendo la armonía de pareja. No somos nadie si nos olvidamos de nuestra infancia. Olvidarse de la familia es un error, es como la rama del árbol que no admite que vive porque está unida a un tronco y forma parte de él.

sábado, 15 de marzo de 2014

Cosas de mala conciencia

Le había leído, siempre le leía. Sus escritos eran concisos y concretos pero con un contenido que le llevaban a la reflexión, eran fluidos y hermosos como un amanecer de primavera acompañado del trinar de variopintos pájaros. ¿Provinciana?... ¡tal vez! pero con un alma amplia e inmensa capaz de dar y recoger amor. Siempre de frente, sin recovecos. En su salón nunca hubo un sillón prohibido para nadie, ni llamadas de teléfono a escondidas, tampoco hijos que tuviesen que justificar malas conciencias o actitudes no democráticas. Era demócrata y enseñaba un pensar democrático para con niños y niñas de una diferencia- entrecomillado-, para con colores de piel, para con los ancianos y ancianas…le habían educado en el respeto y el respeto practicaba. Triste paradoja, le educaron en la perfección imperfecta de una educación que nunca compartiría por tener base en la necedad. Así era, brava como la mar brava, ternura como los brotes tiernos de la más frágil planta, alguien singular, alguien común capaz de sonreír y llorar a cada paso dado, según mandaban los hechos.

Le leyó, la iglesia y casados nunca fueron inversión, solo salid@s, ¡vaya decepción! Lo digo por los maridos, prietos y a discreción. Quiero mejor el olvido que soy bravura de mar, ya me enseñó mamá a ser guerrera sin mas

domingo, 19 de enero de 2014

Una forma de volver

No sé, hoy lo he leído
Cómo una frase célebre
dónde no te inviten…
pienso… aunque me inviten
no iré, no entraré en convite
y los que nunca invitan
poca vergüenza tienen
si por mí la mesa puesta
sus barrigas vacías llenan.
A mí me daría vergüenza
pero para sentirla
habría que conocerla
y hay quien no la ha visto
por su falta de coherencia.
Hoy por vosotros va
este brindis en un verso
que nada juzgáis los hechos
de vuestra vida en deceso.