Fiesta de toros, de sangre.
Danza de luto y barbarie,
en la arena se confunden
como si fuesen amantes
quien viste traje de luces
y la bravura ultrajante
del animal que no puede
seguir su ritmo de baile.
Tarde de toros, tarde de muerte,
es el poder de los débiles,
sometimiento del fuerte.
En el aire cabalga
con desenfreno la muerte
en forma de banderillas,
con capote rojo viene
y la espada como metralla
la vida deja sesgada
del pobre toro inocente.
Tarde de toros, amantes
que no se quieren,
en la danza de su amor
deja rojos claveles,
estelas de desamor,
toro…tu sangre caliente.
Fiesta de toros, de sangre,
danza de luto y barbarie.
lunes, 17 de mayo de 2010
sábado, 8 de mayo de 2010
mas...La niña y el río
Leyó todo de forma pausada analizando cada significado de frases y desmenuzando el sentido de cada palabra. Cuanto mas lo hacía menos entendía. Algunas nociones tenía de economía, esos conceptos asimilados, interiorizados, los aplicaba a su vida personal. No entendía nada ante la verborrea de palabras incongruentes con el estilo de vida que representaba ese actor de viejos telones de sueños.
Hizo una introspección, se adentró en su alma soñadora, una sonrisa dio brillo y amplitud a sus finos labios dotando de una luz especial a sus ojos. Se miró las manos y pensó: los años dejan huella. Se preguntó que múltiples significados tiene la dignidad. Para ella era el subsistir sin que nadie corriera con sus gastos y ya no entendía nada aunque vislumbró una forma de viajar y conocer mundo a cambio de un precio. Ella no tenía precio, nunca lo tuvo, solo conocía el dolor y sudor de ganarse la vida y abrirse camino por sus propios medios. Claro, no podía reconocerlo por miedo a que le tachasen de arrogante. No lo era, era de una sencillez pasmosa e inusitada.
Su mente, una mente soñadora con cierta dosis de realismo, se deslizó entre la arena seca del río que llegaba hasta el mar para descansar en su orilla de espuma inmaculadamente blanca. Retrocedió en recuerdos mientras se preguntaba ¿a quien quieres engañar?. De pronto en el silencio sonó de forma imaginaria la canción de Mary Trini, “yo no soy esa”
Se sonrió con sorna, no creía en las dulces palabras de alabanzas, creía en hechos. Se acurrucó en sus sueños, retrocedió al pasado para poder analizar su presente y el aire fresco de la brisa marina jugueteó con su pelo tornasolado de forma natural. Nada era importante, tenía un objetivo por conseguir y no estaba dispuesta a dispersarse en vagar por un camino de agrados, no buscaba reconocimientos, los odiaba cuando provenían de almas insensibles.
Hizo una introspección, se adentró en su alma soñadora, una sonrisa dio brillo y amplitud a sus finos labios dotando de una luz especial a sus ojos. Se miró las manos y pensó: los años dejan huella. Se preguntó que múltiples significados tiene la dignidad. Para ella era el subsistir sin que nadie corriera con sus gastos y ya no entendía nada aunque vislumbró una forma de viajar y conocer mundo a cambio de un precio. Ella no tenía precio, nunca lo tuvo, solo conocía el dolor y sudor de ganarse la vida y abrirse camino por sus propios medios. Claro, no podía reconocerlo por miedo a que le tachasen de arrogante. No lo era, era de una sencillez pasmosa e inusitada.
Su mente, una mente soñadora con cierta dosis de realismo, se deslizó entre la arena seca del río que llegaba hasta el mar para descansar en su orilla de espuma inmaculadamente blanca. Retrocedió en recuerdos mientras se preguntaba ¿a quien quieres engañar?. De pronto en el silencio sonó de forma imaginaria la canción de Mary Trini, “yo no soy esa”
Se sonrió con sorna, no creía en las dulces palabras de alabanzas, creía en hechos. Se acurrucó en sus sueños, retrocedió al pasado para poder analizar su presente y el aire fresco de la brisa marina jugueteó con su pelo tornasolado de forma natural. Nada era importante, tenía un objetivo por conseguir y no estaba dispuesta a dispersarse en vagar por un camino de agrados, no buscaba reconocimientos, los odiaba cuando provenían de almas insensibles.
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