Le había leído, siempre le leía. Sus escritos eran concisos y concretos pero con un contenido que le llevaban a la reflexión, eran fluidos y hermosos como un amanecer de primavera acompañado del trinar de variopintos pájaros. ¿Provinciana?... ¡tal vez! pero con un alma amplia e inmensa capaz de dar y recoger amor. Siempre de frente, sin recovecos. En su salón nunca hubo un sillón prohibido para nadie, ni llamadas de teléfono a escondidas, tampoco hijos que tuviesen que justificar malas conciencias o actitudes no democráticas. Era demócrata y enseñaba un pensar democrático para con niños y niñas de una diferencia- entrecomillado-, para con colores de piel, para con los ancianos y ancianas…le habían educado en el respeto y el respeto practicaba. Triste paradoja, le educaron en la perfección imperfecta de una educación que nunca compartiría por tener base en la necedad. Así era, brava como la mar brava, ternura como los brotes tiernos de la más frágil planta, alguien singular, alguien común capaz de sonreír y llorar a cada paso dado, según mandaban los hechos.
Le leyó, la iglesia y casados nunca fueron inversión, solo salid@s, ¡vaya decepción! Lo digo por los maridos, prietos y a discreción. Quiero mejor el olvido que soy bravura de mar, ya me enseñó mamá a ser guerrera sin mas